Aries y Tauro (I / II)

Un 2 de enero empezamos a escribirnos. Ya ese primer día estábamos hasta las manos, re cebados hablándonos.

Me acuerdo de tu presentación, me mencionaste que estabas haciendo boxeo, pero la realidad es que ya para ese momento no estabas haciendo más. De hecho, nunca entendí cómo hacías para manejar tu tiempo. Trabajabas a 1,5h de tu casa durante 8hs, metías una siesta en el horario de almuerzo en la casa de una compañera que vivía por ahí y encima estudiabas 3 o 4hs por día por las noches en la universidad.

(Más adelante descubriría que tu pasado era una cosa que no te gustaba mucho mencionar. Unas veces mencionaste haber estado deprimido, mencionaste a tu ex y cómo la engañaste. Red flags por todas partes.)

Creo que a los pocos días ya me enviaste el primer audio, el cual me negaba a escuchar. Tu voz sonaba acelerada, me generaba bastante ansiedad – incluso en tiempos donde no existía el 2x.

A mi me interesaba más nuestro intercambio de música, playlists, apps, documentales, fotos de viajes y de animales.

Estábamos tan entusiasmados por conocernos que para luego no frustrarnos incluso nos planteamos qué hacer en caso de que no nos gustáramos. Porque claramente todos los planes que veníamos haciendo no iban a suceder de ninguna manera si eso pasaba.

Cuando planeamos nuestra primer cita vimos varios barcitos antes, como para que fuera un punto medio entre los 2 ya que vivíamos a 17km. Bastante mañosos ambos respecto a la ambientación, la birra, las butacas y demás yerbas.

Diez días despues, el 12 de enero, nos vimos. Fue una secuencia muy extraña, donde yo salía de cuidar a una perra a las corridas, para tomarme el subte e ir a un bar que 1 año después cerró. Te ofrecí pasarte a buscar con un taxi a la salida del subte, de buena onda, sin antes pensar lo incómoda que sería esa situación.

Hacía bastante calor, tanto afuera como adentro.

Muy raro de mi parte, terminé llegando temprano. Tan temprano que me dio tiempo para ir al baño, secarme la transpiración, acomodarme el pelo, degustar las cervezas que me interesaban y hasta pedirme una.

Estar pendiente del celular nunca es lo mío, y resultó ser que cuando entré al bar perdí la señal y los mensajes que me mandabas ya no me llegaban. Yo estaba tranquila porque sabía que sabías dónde nos íbamos a encontrar y a qué hora. Ahora que lo pienso y hago memoria, algo te sucedió por lo que te retrasaste.

En un momento, ya sorprendida por tu demora, agarré el celular. Estaba parada, con mi cerveza en la mano, una mochila con pocas cosas en mi espalda, esperándote. De repente alguien que estaba atrás mio me tocó el hombro.

Me giré y ahí estabas.

-Hola – me dijiste, con tu voz medio rasposa, los ojos abiertos como un búho desde tu metro noventa de altura.

Nos sentamos enfrentados y pedimos varias cervezas.

Vos hablabas más rápido de lo que mi cerebro podía procesar un viernes a la noche sin siesta mediante. Nos compartimos fotos en tiempo real, la música estaba bastante fuerte y yo entendía la mitad de lo que decías.

También jugamos a adivinar la antigüedad de las parejas que estaban sentadas alrededor nuestro.

Hice una movida ganadora de ir al baño y al volver sentarme al lado tuyo.

Eso facilitó mucho el primer beso que me diste frente a una dispersión mía. Me acuerdo patente eso y cuando me preguntaste si me podías agarrar de la mano cuando caminábamos por la calle, varias semanas después.

Me acompañaste a tomar el colectivo entre besos y vos te fuiste por el tuyo.

Quedé absolutamente revolucionada.

Un comentario en “Aries y Tauro (I / II)

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